Uno de los argumentos oficiales para que el salario mínimo siga por debajo del costo de la canasta básica es que solo el 0.06 por ciento de los trabajadores formales lo gana, sin contar prestaciones. Pero no se considera a los otros 2.5 millones del sector informal que también sobreviven con 88 pesos en el bolsillo.
¿Se puede desayunar, comer y cenar con ese monto? SinEmbargo visitó el mercado de la colonia Escandón, en la Delegación Miguel Hidalgo de la CdMx. Se logró cubrir esa necesidad para una persona, bajo el supuesto de que en casa había gas, sal y aceite. El desayuno y la cena no resultaron tan sabrosos como lo deseado. Además, ¿con qué esa persona pagará el transporte, la renta u otros servicios? Por supuesto, no queda espacio para enfermarse y gastar en medicinas, y mucho menos para ahorrar.
La CNDH exigió a la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) que considere urgente hablar de derechos como son la salud, la educación, la cultura y la vivienda digna para los trabajadores en México.
Ciudad de México, 26 noviembre (SinEmbargo).– Delia vende carne en el mercado de la colonia Escandón, situado en la Delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México. Su perro la acompaña durante la jornada. Al mediodía del jueves, un mes antes de Navidad, los pasillos lucen vacíos. Los comerciantes lo atribuyen al aumento de precios. Para que ella y sus dos hijas coman y cenen gasta al día entre 200 o 220 pesos. Cree que los gobernantes deben «ponerse en el zapato de cada mexicano» para que sepan sus necesidades. Si ellos pueden alimentarse con el recién anunciado salario mínimo de 88.36 pesos diarios le gustaría que le dijeran cómo, porque ella no puede y, al revés, dice que seguramente con lo que esos altos funcionarios públicos ganan ella y su familia vivirían muy bien.
SinEmbargo se puso entonces en los zapatos de aquellos que cobran el salario mínimo.
Fue al mercado con hambre, pero solo con 88 pesos en el bolsillo. Se esfumaron. Para el desayuno de una sola persona adquirió dos huevos (2 pesos cada uno), una manzana verde (6 pesos) y un litro de agua (8 pesos). Dieciséis pesos en total, casi lo que costaría una botella de aceite para poder cocinar esos huevos (sin jamón ni nada). Quedan 72 pesos para comer y, con suerte, merendar. Se espera que haya gas –que ha subido– y sal en casa.
Esa mañana, por lo tanto, no hubo una taza de café o leche ni pan de dulce, como sugiere la canasta básica del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Los comerciantes con los que se charló durante las compras coincidieron en que –sin considerar servicios, transporte (pasaje o gasolina), productos de higiene– su familia y ellos logran las tres comidas al día con entre 150 y 200 pesos, el monto al que el sector empresarial prevé que se llegue en 2030, cuando los precios de la canasta básica ya no sean los mismos. En la primera quincena de noviembre la tasa de inflación se ubicó en 6.59 por ciento anual.
«Hay trabajadores que tenemos familia y tenemos que mantenerla. Yo tengo un hijo en secundaria y come bastante, además le dejan cosas de la escuela. Para él y para mí el gasto es de 150 pesos diarios para desayunar, comer y cenar», contó Claudia, una vendedora de sushi en uno de los locales.
Pero hay familias más numerosas. Silvia, una compradora, sólo para un día, adquirió cinco calabazas, dos chayotes, un kilo de jitomate y dos manzanas. Mientras le hacían la cuenta calculó que serían unos 70 u 80 pesos.
–¡Fueron 100 pesos! –gritó. Todavía le faltaba llenar su bolsa del mandado con tortillas y leche. Para su familia de cinco integrantes una comida sencilla le cuesta entre 250 y 300 pesos.
«Al señor Presidente [Enrique Peña Nieto] y a toda esa bola de huevones senadores, diputados y a todos los que nos gobiernan los invito a que con 8 pesos siquiera compren un kilo de tortillas», dijo días después de que la Conasami anunció un aumento al salario mínimo de 80.04 a 88.36 pesos. «Es una tomada de pelo. ¿No les da remordimiento cada noche ver el hambre de la gente?».
De acuerdo con México, ¿Cómo vamos?, sólo el 0.06 por ciento de los 19 millones de trabajadores formales registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) obtienen un salario mínimo. Pero el sector empresarial también considera a los que laboran en el sector informal, de los cuales 2.5 millones ganan un monto equivalente al mínimo. Otros como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) manejan que entre formales e informales son 8 millones sobreviviendo con esa cifra.
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Para comer se pudo comprar 250 gramos de bisteces (40 pesos), medio kilo de tortillas (7 pesos) y, aunque se antojó un aguacate (10 pesos), la papa (7 pesos) estaba más barata. Se fueron 70 pesos, por lo que sobraban 18 pesos para sobrevivir por la noche.
Se optó por los bisteces porque en el local de Agustín López, vendedor de ternera, ya no alcanzaba para nada. Con 70 pesos se hubiera podido comprar una parte de la mano con hueso. El kilo de maciza de ternera ya cuesta 180 pesos, el de pecho 160 pesos y la chuleta 150 pesos.
«En mi familia (de tres personas) más o menos nos gastamos más de 100 pesos para las tres comidas. Imagínese una persona que gana ochenta y tantos pesos qué puede comer a diario. Si tiene hijos ya no le alcanza ni para frijoles y tortillas porque también han subido. Aumentan ocho pesos, pero todo lo demás aumenta más», consideró apoyado en el mostrador desde donde se queja de las pocas ventas.
Su vecino de negocios es Ramón Zadillo, quien atiende un puesto de barbacoa junto con su hija Guadalupe. Ella destacó que en el mercado de la Escandón ocho kilos de cebolla le salieron en 30 pesos, el doble que en el de Naucalpan. «Dan más caro aquí y la gente no entra», intuyó.
Padre e hija calcularon que para las tres comidas invierten un promedio de 150 y 200 pesos al día, «más los gastos del gas que ya subió».
Ramón lo resume: «está crítica la cosa». Como un trabajador con familia debe gastar en transporte y otros servicios, ríe al cuestionársele qué puede comer con esos 88 pesos. «Puede comprarse una torta y un refresco», aventuró. «¿Si tiene hijos y esposa? Por eso hay tanta delincuencia, porque no alcanza. Unos roban por necesidad», reflexionó sentado en su negocio sin un cliente a la vista.
«Dicen que vamos bien… bien jodidos, pero según vamos bien», bromeó.
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Para el término del día se compró una lata de atún en aceite (16 pesos). Sobraron dos pesos, pero ese atún no sabrá igual sin mayonesa (18 pesos). Tal vez pudiera comprarse un bolillo para acompañarlo. Como no hubo para jugo o leche, se recurrió al agua que quedó del desayuno y comida. Este panorama lo vislumbró Claudia, vendedora de sushi. «Están muy altos los precios. Si nada más son 88 pesos por todo un día de trabajo, se me hace muy poquito».
Delia, la carnicera, reclamó que «es una mentada» porque «los gobernantes no vivirían ni cinco minutos con ese salario porque están acostumbrados a lujos que los pagamos nosotros [con impuestos]».
Máximo Sánchez, de 72 años, todavía está al frente de una tienda. Cuando era un joven empleado ganaba 125 pesos en un México en que los precios eran más bajos y aun así, contó, andaba de muerto de hambre. Ahora con el negocio ya le alcanza para cubrir sus requerimientos de su esposa y él, pero trabaja de 10 a 12 horas diarias en una edad por encima del ideal retiro.
Se niega a creer que alguien gane solo 88 pesos al día. Evoca a su empleada doméstica, a quien le paga 300 pesos. «Creo que nadie come con 88 pesos, ni para el desayuno a veces nos alcanza».
A SinEmbargo le alcanzó. Pero solo para una persona sin hijos ni mascota. Además, no se tomó en cuenta el transporte, servicios básicos ni renta. Y el desayuno y la cena no resultaron tan sabrosos como lo deseado.